Advertencia: Esta historia menciona abusos y acosos sexuales que pueden resultar perturbadores para algunos lectores.

No diría que soy feminista. De hecho, suelo tener mucho cuidado con todos los "-ismos". Creo que el sexismo va en ambas direcciones. Puede resultar difícil valorar si un comentario se debe considerar un halago o un comentario sexista. Como alguien que busca un mejor entendimiento de y entre las personas, pienso que todos necesitamos ser tolerantes antes de juzgar las palabras de los demás, su comportamiento y sus miradas. Sin embargo, hay veces en las que el comportamiento de las personas es simplemente intolerable (me vienen a la mente algunos recuerdos desagradables). Intento no pensar en ellos, porque cada vez que lo hago deseo poder enterrar la cabeza en la arena. ¿Por qué? Porque ocurrieron en público. La gente veía lo que estaba ocurriendo, pero nadie hizo nada. Era una chica tímida, no alguien que pudiera alzar la voz, levantarse y marcharse. Cuando me miraron, parecía que la culpa era mía, pues no había hecho nada para defenderme.

Hablaré sobre dos incidentes. Los dos ocurrieron cuando estudiaba en Países Bajos. El primero sucedió de noche. Iba de camino a casa con una amiga después de una fiesta y llevaba una falda corta. En una calle silenciosa, noté una sombra junto a mí. Cuando giré la cabeza, vi a un chico con una capucha oscura; olía bastante a hierba y su expresión era malvada. Antes de poder reaccionar, él ya me había levantado la falda y me había agarrado. Estaba en shock y me bloqueé. Pero mi amiga, que es mucho más alta que yo, supo mantener la cabeza fría y gritó muy alto. Afortunadamente, el chico no se esperó esa reacción y salió corriendo. Nos apresuramos y llegamos a casa sanas y salvas. Este incidente solo me dejó en shock durante una noche, pues acabó bien. Si hubiese estado sola no creo que hubiera tenido el coraje suficiente para defenderme, y no quiero ni pensar en lo que podría haber pasado.

El segundo accidente es algo que recuerdo con mucha reticencia. Estaba sentada en el tranvía yendo a casa después de pasar el día en el campus de la universidad. El tren estaba abarrotado. Me senté de cara al pasillo. Estando yo sentada, un chico se plantó justo delante de mí. Su altura era tal que si miraba hacia arriba tenía su entrepierna justo delante. De repente, empezó a hacer movimientos sospechosos. Al principio no podía ni creérmelo. Intenté ver por el rabillo del ojo si mis sospechas eran correctas. Todo lo que podía ver eran las miradas aterrorizadas de los demás pasajeros. Sabía lo que ese chico estaba haciendo. Intentaba masturbarse delante de mi cara. Me bloqueé otra vez. Los segundos que trascurrieron hasta la siguiente parada se me hicieron eternos. Me levanté, agachada como si fuera una delincuente, y salí a la calle. Esa era yo en aquel entonces. ¡Una chica estúpida y tímida!

Cuando te ocurre algo así, suele ser complicado saber cómo reaccionar. Deseé de todo corazón que la gente de mi alrededor hubiera hecho algo (igual que lo hizo mi amiga aquella noche). La vergüenza y humillación pueden ser lo más doloroso, y los tengo grabados en mi memoria. El silencio y la ignorancia hacen que estos incidentes sigan ocurriendo.

Para terminar, me gustaría agradecer a mi valiente amiga por haberme ayudado aquella noche. Espero que los testigos de acosos sexuales puedan actuar como mi amiga, se levanten y alcen la voz.